24 dic 2010

In other words, I (can't) love you

Edith Piaf suena por los altavoces del portátil. La profunda voz de Frank Sinatra retumba -elegantemente- contra las paredes. El jazz de Louis Armstrong y Ella Fitzgerald llena la habitación.


Su suave melancolía me arropa, esas sonrisas que esconden corazones rotos.

Todavía no quiero escribir sobre eso, esta vez no puedo acelerar la cicatrización usando la sangre como tinta. No quiero escuchar música deprimente ni llorar ni acurrucarme en la cama ni nada. Me gustaría tragármelo, pero lo que siento realmente es que me lo han arrancado. Siento que el estómago se me ha evaporado y el corazón cae pesadamente sobre las tripas. Parece que pesa una tonelada, el inútil, y encima tira de las venas y arterias. Y tira de mí.

Ya no me queda nada que hacer, ya no hay nada que hacer. Todo lo hemos dicho, todo lo hemos hablado. Pero esto era lo que yo realmente quería, ¿no?

Por mucho que desee, no puedo dejar de querer a mi padre de la noche a la mañana. Ni me puede dejar de doler.

La pequeña máscara de indiferencia se me ha roto hoy. Debajo de ella cubría mi puñadito de ganas de volver, de abrazarle, de quererle. Pero ya no. Ya es tarde. Ni el me puede querer ni yo le puedo querer. El tiempo se llevará mis sentimientos con el viento, disgregándolos como pequeños granos de arena, y sólo dejará la lisa, gris y dura indiferencia.


Mientras tanto, los melancólicos acordes de jazz de personas en blanco y negro me servirán de medicamento.

4 comentarios:

  1. Era inevitable que acabase escribiendo algo sobre esto.

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  2. Los melancólicos acordes del jazz de personas en blanco y negro no son un buen medicamento.

    En estos momentos, seguro que te viene mejor un swing.

    Un fuerte abrazo.

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  3. Mierda de todo, ¿eh?

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